Estas acciones, justificadas como una lucha contra el narcotráfico, son vistas por Caracas y otros líderes regionales como el preludio de una posible intervención para derrocar al gobierno de Nicolás Maduro. En las últimas semanas, Estados Unidos ha desplegado una considerable fuerza militar en el Caribe, incluyendo destructores, un submarino nuclear y miles de efectivos. Bajo la declaratoria de un “conflicto armado no internacional” contra los cárteles, las fuerzas estadounidenses han atacado al menos cuatro embarcaciones, causando la muerte de más de 20 personas, a quienes Trump calificó de “narcoterroristas”. El presidente de Colombia, Gustavo Petro, afirmó tener “indicios” de que una de las lanchas era colombiana, abriendo un “nuevo escenario de guerra” en la región. En paralelo a la escalada militar, The New York Times reportó que Trump ordenó a su enviado especial, Richard Grenell, suspender todos los esfuerzos diplomáticos con el gobierno de Maduro, poniendo fin a meses de negociaciones secretas.

Durante estas conversaciones, funcionarios venezolanos habrían ofrecido a Washington un acceso dominante a sus recursos petroleros y minerales a cambio de evitar un conflicto.

Venezuela ha respondido a la presión activando planes de defensa, realizando ejercicios militares y solicitando una reunión de urgencia en el Consejo de Seguridad de la ONU para frenar lo que considera “planes de agresión estadounidense”.