Si no tuviéramos tarifas, estaríamos expuestos, seríamos nada”, declaró el mandatario.
El anuncio de un arancel adicional del 100% a partir del 1 de noviembre, sumado a controles sobre la exportación de “todo el software crítico”, provocó un desplome inmediato en Wall Street, con pérdidas de capitalización estimadas en 1.5 billones de dólares. A pesar de la dura retórica, que incluyó la cancelación de una reunión prevista con el presidente Xi Jinping, la administración envió señales contradictorias.
El secretario del Tesoro, Scott Bessent, aseguró que Trump seguía dispuesto a dialogar, y el propio presidente moderó su tono días después, afirmando que Estados Unidos “quiere ayudar a China, no perjudicarla”. Por su parte, el gobierno chino acusó a Washington de “doble moral” y advirtió que luchará “hasta el final” si se imponen nuevas sanciones, aunque mantuvo la puerta abierta a la negociación.













