El presidente Donald Trump ha declarado formalmente que Estados Unidos se encuentra en una guerra comercial con China, intensificando las tensiones entre las dos mayores economías del mundo. “Sí, estamos en una [guerra comercial] ahora”, afirmó Trump, argumentando que los aranceles son una “herramienta muy importante” para la defensa y la seguridad nacional de su país. Esta declaración se produce en respuesta a las nuevas restricciones de China a la exportación de tierras raras, minerales cruciales para la industria tecnológica y de defensa. Como represalia, Trump anunció la imposición de aranceles adicionales del 100% a los productos chinos a partir del 1 de noviembre y la aplicación de controles a la exportación de “todo el software crítico”. La escalada ha puesto en duda una reunión programada entre Trump y el presidente chino, Xi Jinping, en la cumbre de la APEC. Aunque el secretario del Tesoro, Scott Bessent, aseguró que la reunión sigue en pie, Trump ha manifestado que “ya no ve motivos” para el encuentro.
Por su parte, Pekín ha respondido con firmeza, acusando a Washington de “doble moral” y de revivir el “intervencionismo de la Guerra Fría”. Un portavoz del Ministerio de Comercio chino declaró que, si bien la puerta a la negociación sigue abierta, China “luchará hasta el final” si EE.
UU. insiste en su postura.
La embajada china en Argentina también criticó las declaraciones de funcionarios estadounidenses, afirmando que “América Latina y el Caribe no es el patio trasero de nadie”.
En resumenLa declaración de una guerra comercial por parte de Donald Trump y la amenaza de aranceles del 100% marcan una nueva y peligrosa fase en la relación entre Estados Unidos y China. Mientras Washington justifica sus acciones como una defensa de la seguridad nacional, Pekín responde con una retórica desafiante, preparando el terreno para una confrontación económica prolongada con implicaciones globales.