La diplomacia de la administración Trump respecto a la guerra en Ucrania se ha caracterizado por una notable volatilidad, evidenciada en una reciente y tensa reunión con el presidente ucraniano Volodímir Zelenski. Durante el encuentro en la Casa Blanca, Trump habría presionado a Zelenski para que cediera territorio, específicamente la región del Donbás, a Rusia, llegando a un "intercambio de gritos" y utilizando un lenguaje soez, según fuentes citadas por medios como el Financial Times y Reuters. Las mismas fuentes sostienen que Trump apartó con malos modos los mapas del frente de guerra y le advirtió a Zelenski que estaba "perdiendo la guerra" y que debía "llegar a un acuerdo o exponerse a la destrucción". La postura de Trump parece haber cambiado tras una llamada telefónica con Vladímir Putin el día anterior, en la que el líder ruso reiteró sus demandas. En público, Trump ha mostrado ambigüedad, expresando dudas sobre la capacidad de Ucrania para ganar: "Podrían ganarla.
No creo que lo hagan, pero podrían ganarla", declaró.
A pesar de la tensión, Zelenski calificó la reunión como "positiva", destacando que el mensaje final de Trump fue apoyar un alto el fuego en las líneas actuales del frente. "Debemos detenernos donde estamos", afirmó Zelenski, alineándose con la propuesta de Trump. Otro punto de fricción fue la solicitud de Ucrania de misiles Tomahawk de largo alcance, la cual Trump rechazó, argumentando la necesidad de proteger el arsenal estadounidense y su deseo de no escalar el conflicto antes de su próxima cumbre con Putin, planeada en Budapest.
En resumenLa reunión entre Trump y Zelenski reveló profundas tensiones y una política estadounidense ambivalente. Mientras Trump presiona a Ucrania para que haga concesiones territoriales y se muestra reacio a proporcionar armamento avanzado, también promueve un alto al fuego y planea una cumbre con Putin, manteniendo a Kiev y a sus aliados en la incertidumbre sobre el futuro del apoyo de Washington.