La decisión subraya las crecientes dificultades diplomáticas para alcanzar un cese al fuego en el conflicto de Ucrania, que se acerca a su cuarto año. La cumbre, que se había planeado en Budapest, fue suspendida después de que las negociaciones para un alto al fuego en Ucrania no mostraran progreso.

El propio Trump justificó la cancelación declarando: “No quiero una reunión inútil. No quiero perder el tiempo”.

Esta postura fue reiterada en múltiples informes, donde se enfatizó su deseo de no participar en una “reunión desperdiciada”. La decisión se formalizó tras una llamada telefónica entre el secretario de Estado de EE. UU., Marco Rubio, y el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, en la que este último reafirmó la oposición de Rusia a un cese al fuego inmediato.

El Kremlin, por su parte, minimizó la cancelación, afirmando que “se necesita una preparación seria” y que nunca se había fijado una fecha precisa. El contexto de la cancelación es complejo. Días antes, Trump sostuvo un tenso encuentro con el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, en la Casa Blanca. Durante esa reunión, Trump habría presionado a Zelenski para que cediera la región del Donbás a Rusia como condición para un acuerdo. Un alto funcionario ucraniano describió las conversaciones como “tensas y difíciles”, afirmando que Trump instó a Zelenski a retirarse de los territorios que Ucrania aún controlaba, una de las principales demandas de Putin. La cancelación fue recibida con alivio en las capitales europeas, donde líderes de Francia, Reino Unido y Alemania han rechazado cualquier concesión territorial a Moscú, acusando a Putin de usar la diplomacia para ganar tiempo y avanzar militarmente.

A pesar del revés, Trump mantuvo un tono optimista, asegurando que cree que tanto Putin como Zelenski desean el fin de la guerra y que anunciaría nuevos avances “en los próximos dos días”.