Las manifestaciones, organizadas en más de 2,600 ciudades, denunciaron lo que los participantes perciben como una creciente tendencia autoritaria en la administración del presidente Donald Trump. Las protestas, que según los organizadores congregaron a casi siete millones de personas, se llevaron a cabo en los 50 estados del país, así como en varias capitales europeas. Figuras públicas como el actor Robert De Niro y el senador Bernie Sanders se unieron a las movilizaciones, en las que se criticaron las políticas de migración, el cierre del gobierno y la militarización de ciudades. El movimiento, que tuvo una primera edición en junio, busca defender la democracia y recordar que Estados Unidos se fundó sobre el rechazo al poder monárquico.

En respuesta, Trump publicó en sus redes sociales videos generados con inteligencia artificial donde se mofaba de los manifestantes, apareciendo como un rey que arrojaba excremento desde un avión de combate. En una entrevista con Fox News, desestimó las protestas afirmando: “Se refieren a mí como un rey. No soy un rey”.

Por su parte, aliados republicanos como el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, calificaron las marchas como “manifestaciones de odio a Estados Unidos”, vinculándolas con grupos de “izquierda radical”. A pesar de la tensión política, las manifestaciones se desarrollaron de manera mayoritariamente pacífica, con un ambiente descrito como festivo, utilizando disfraces y música como forma de expresión. Este descontento civil refleja una profunda división en la sociedad estadounidense, con un sector significativo que teme por el futuro de las instituciones democráticas del país.