Sin embargo, la decisión ha generado polémica. A pesar de que la administración aseguró que la nueva instalación estaría “separada de manera sustancial” del edificio principal, imágenes de corresponsales mostraron excavadoras derribando la fachada del Ala Este, un área históricamente ocupada por la oficina de la primera dama. Un funcionario de la Casa Blanca confirmó que el nuevo salón sustituirá al Ala Este. Este proyecto forma parte de un plan más amplio de remodelaciones impulsado por Trump desde su regreso al poder, que incluye decoraciones con oro en la Oficina Oval y la pavimentación del Jardín de las Rosas. Críticos, principalmente del Partido Demócrata, han calificado la obra como “excesiva” y han protestado por realizarse en un sitio protegido sin audiencias públicas previas.

Trump, por su parte, se mofó de las críticas, diciendo que el ruido de la construcción era “música” para sus oídos.