En una entrevista con la revista Time, Trump fue enfático: “No se preocupen por Cisjordania. Israel no va a hacer nada con Cisjordania.

¿Bien?

(...) No va a suceder porque di mi palabra a los países árabes”.

El mandatario subrayó que permitir la anexión rompería la confianza construida con las naciones árabes a través de los Acuerdos de Abraham, un pilar de su política exterior en Medio Oriente. El vicepresidente J.D. Vance se hizo eco de esta postura, calificando la votación preliminar en la Knéset (parlamento israelí) como “un insulto” y una “maniobra política estúpida”.

“Cisjordania no va a ser anexionada por Israel, esa va a seguir siendo nuestra política”, declaró Vance antes de partir de Tel Aviv.

Estas advertencias se producen mientras altos funcionarios estadounidenses, incluyendo al secretario de Estado Marco Rubio, visitan la región para supervisar la frágil tregua en Gaza. La administración Trump busca evitar acciones unilaterales que puedan desestabilizar el acuerdo de paz y complicar los esfuerzos para una solución duradera al conflicto israelí-palestino. La postura de la Casa Blanca refleja un delicado equilibrio diplomático, intentando mantener su alianza con Israel sin alienar a los socios árabes clave para la estabilidad regional.