La estrategia busca trasladar a líderes con experiencia en operaciones fronterizas a grandes ciudades como Los Ángeles, Chicago y Filadelfia, donde se intensificarán las redadas masivas en espacios públicos y centros de trabajo.

Esta reconfiguración ha generado tensiones internas en el Departamento de Seguridad Nacional (DHS).

Mientras la secretaria Kristi Noem aboga por priorizar a migrantes con antecedentes penales, figuras de línea dura como Tom Homan defienden una política sin excepciones. En paralelo, el presidente Trump propuso que la Patrulla Fronteriza asuma parte de las funciones de ICE en ciudades del interior, como Denver, argumentando que la agencia no actúa con la “fuerza suficiente”. Esta reorganización consolida una nueva etapa en la política migratoria de Trump, combinando el uso ampliado de la fuerza con un discurso de “cumplimiento de la ley” para acelerar las deportaciones a gran escala.