Este acuerdo busca reducir las tensiones que han afectado a la economía global, suspendiendo temporalmente una serie de aranceles y restricciones entre ambas potencias.

Durante su gira por Malasia, Japón y Corea del Sur, Trump empleó una estrategia descrita como "presionar, asustar, cobrar y marcharse", que culminó en un encuentro clave con Xi en Busan. Como resultado, Estados Unidos acordó reducir sus aranceles totales sobre China del 57% al 47%, específicamente disminuyendo del 20% al 10% los gravámenes impuestos en represalia por el tráfico de fentanilo. A cambio, China se comprometió a reforzar los controles sobre este opioide, reanudar la compra de soya estadounidense y suspender por un año sus restricciones a la exportación de tierras raras, minerales estratégicos donde Pekín tiene un cuasimonopolio. Además, Washington suspendió por un año la ampliación de su "lista de entidades", una concesión en materia de controles tecnológicos que analistas consideran un precedente significativo. La gira también incluyó acuerdos con Japón, que comprometió 550,000 millones de dólares en inversiones, y con Corea del Sur, que anunció una inversión de 350,000 millones y la construcción de un submarino nuclear con apoyo estadounidense. A pesar de que Trump calificó la reunión con Xi como un "gran éxito", algunos analistas sugieren que Xi fue el principal beneficiado, ganando tiempo y alivio económico sin ceder en puntos estratégicos, convirtiendo los controles de exportación en un "elemento negociable".