Posteriormente, a bordo del Air Force One, el mandatario se negó a especificar qué tipo de pruebas se realizarían, declarando: “Lo descubrirán muy pronto”.
El vicepresidente JD Vance defendió la medida como “una parte importante de la seguridad estadounidense” para garantizar que el arsenal “funcione correctamente”. Sin embargo, la premisa de Trump es cuestionada, ya que la última prueba nuclear estadounidense fue en 1992 y, desde entonces, solo Corea del Norte ha realizado ensayos explosivos.
La comunidad internacional reaccionó con preocupación.
Rusia advirtió que “actuará en consecuencia” si Washington rompe la moratoria, mientras que China instó a respetar los tratados de no proliferación. La ONU calificó la medida como una amenaza a la paz y seguridad, recordando que “los riesgos nucleares actuales son alarmantemente altos”. La decisión de Trump reaviva un debate de la era de la Guerra Fría y pone en duda el futuro del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares, que EE.
UU. firmó pero nunca ratificó.













