Además, se ordenó el envío del portaaviones USS Gerald Ford, el más moderno de la flota estadounidense, lo que constituye el mayor despliegue naval en Latinoamérica en décadas, según expertos del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS).
Oficialmente, Washington justifica esta presencia como parte de una operación antidrogas a gran escala.
Sin embargo, la magnitud del despliegue ha alimentado la especulación sobre una posible intervención militar para derrocar al presidente Nicolás Maduro, a quien EE.
UU. acusa de liderar un “narcoestado”.
Medios como el Miami Herald y The Wall Street Journal reportaron que la Casa Blanca preparaba bombardeos contra instalaciones militares venezolanas, pero Trump desmintió estas versiones.
Al ser consultado a bordo del Air Force One, respondió de manera tajante: “No, no son verdad”.
Su secretario de Estado, Marco Rubio, también calificó las noticias como falsas. A pesar de las negativas, la tensión es palpable.
Trump ha declarado que, tras los ataques a “narcolanchas” en el mar, el siguiente objetivo será “por tierra”. Por su parte, el gobierno venezolano ha denunciado el despliegue como una “provocación” y un pretexto para una invasión.













