La prolongada parálisis presupuestaria ha obligado a unos 730,000 empleados federales, incluidos los controladores aéreos, a cumplir con sus labores esenciales sin remuneración.

Esta situación ha generado un aumento en las ausencias por enfermedad y una creciente carga de trabajo, lo que ha afectado directamente la operatividad de los aeropuertos. Los principales centros de Nueva York, como LaGuardia y John F. Kennedy (JFK), han suspendido temporalmente los despegues, y se han reportado retrasos de hasta dos horas.

La situación se ha replicado en otros aeropuertos importantes. La crisis se agudizó con un incidente en LaGuardia, donde dos aviones de United Airlines colisionaron en la pista sin causar heridos, un suceso que subraya el ambiente caótico. La Administración Federal de Aviación (FAA) ha reconocido las dificultades, y existe una creciente inquietud de que la situación empeore. Este escenario recuerda al cierre de gobierno de 2018-2019, el más largo en la historia de EE.

UU., donde la paralización del tráfico aéreo fue un factor clave que presionó a los políticos para alcanzar un acuerdo y reabrir el gobierno.