La decisión fue atribuida a «profundas divergencias» que dificultan un diálogo productivo, así como al impacto del huracán Melissa, aunque las tensiones políticas son señaladas como la causa principal. El principal punto de conflicto fue la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua, una medida impulsada por Estados Unidos que generó un rechazo más contundente que en ediciones anteriores. Presidentes como los de México y Colombia declinaron su asistencia en protesta, debilitando significativamente la convocatoria.
El presidente colombiano, Gustavo Petro, calificó el evento como un «fracaso» y lo atribuyó al «odio ideológico» del secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio. A esta situación se suma la creciente tensión en el Caribe por el despliegue militar de Estados Unidos en operaciones antinarcóticos, que varios gobiernos latinoamericanos han criticado como actos de agresión. El gobierno de República Dominicana admitió que las tensiones actuales eran imprevisibles cuando asumió la sede. Por su parte, Estados Unidos, a través del secretario Rubio, respaldó plenamente la decisión de aplazar la cumbre, expresando su confianza en que el evento de 2026 sea «productivo» y permita «reforzar alianzas». La cancelación subraya la creciente división ideológica y la dificultad de lograr un consenso regional bajo el actual clima geopolítico.












