La decisión, formalizada tras una reunión entre los presidentes Donald Trump y Xi Jinping en Corea del Sur, busca reducir las tensiones entre las dos mayores economías del mundo. Como parte del acuerdo, Trump firmó una orden ejecutiva para reducir del 20% al 10% los aranceles adicionales sobre productos chinos, que habían sido impuestos como represalia por el tráfico de precursores de fentanilo. A cambio, Pekín se comprometió a detener el flujo de estos materiales hacia Norteamérica y a suspender durante un año sus controles a la exportación de tierras raras, minerales cruciales para la industria tecnológica y de defensa.

Además, China suspenderá un arancel adicional del 24% sobre bienes estadounidenses y eliminará gravámenes sobre productos agrícolas como la soja.

Este pacto representa un cambio en la estrategia de la administración Trump, que previamente había insistido en medidas punitivas hasta que Pekín demostrara acciones concretas. El embajador chino en Washington, Xie Feng, advirtió que para mantener la tregua, Estados Unidos debe respetar cuatro «líneas rojas» de Pekín: Taiwán, los derechos humanos, el sistema político chino y sus derechos de desarrollo. A pesar de la distensión, la relación sigue siendo frágil, como lo demuestran las declaraciones de Trump en las que asegura que no permitirá que China acceda a los chips de inteligencia artificial más avanzados de Nvidia.