La medida busca aliviar la creciente presión sobre los precios al consumidor en Estados Unidos y responde a las preocupaciones económicas que dominaron las recientes elecciones locales, donde los demócratas obtuvieron victorias importantes. Durante meses, Trump y su administración habían insistido en que los aranceles impuestos a la mayoría de los países desde abril no contribuían a la inflación.
Sin embargo, este retroceso inesperado es visto como un reconocimiento tácito del impacto de su política proteccionista en el costo de vida de las familias estadounidenses.
El congresista demócrata Don Beyer declaró que el presidente "finalmente está admitiendo lo que siempre supimos: sus aranceles están elevando los precios para el pueblo estadounidense".
La decisión se produce después de que los precios de productos como la carne de res alcanzaran niveles récord, en parte debido a los impuestos aplicados a grandes exportadores como Brasil. La orden ejecutiva también está vinculada a nuevos acuerdos comerciales con Argentina, Ecuador, Guatemala y El Salvador, que buscan ampliar el acceso de empresas estadounidenses a esos mercados. A pesar de la medida, el gobierno brasileño la calificó como "insuficiente", ya que sus productos, como el café, siguen enfrentando aranceles más altos que los de sus competidores, manteniendo una "distorsión" en el mercado.













