La administración del presidente Donald Trump ha adoptado una postura dual y contradictoria en materia nuclear, generando incertidumbre y preocupación en la comunidad internacional. Por un lado, Trump ha reiterado su intención de promover una agenda de desnuclearización global en conjunto con China y Rusia, pero por otro, ha anunciado que Estados Unidos realizará pruebas nucleares "muy pronto". Esta ambigüedad ha sido recibida con escepticismo. Trump justificó la posible reanudación de los ensayos afirmando que "otros las están haciendo", una declaración que no ha sido respaldada con evidencia concreta.
Dentro de su propio gobierno, altos funcionarios del sector energético y nuclear han expresado su preocupación, calificando la idea de reanudar pruebas explosivas como "imprudente y sumamente costosa".
Estos expertos advierten que una detonación real no es necesaria para mantener la confiabilidad del arsenal estadounidense y podría desencadenar una nueva carrera armamentista, ya que otras potencias se sentirían alentadas a responder con sus propios ensayos.
La Casa Blanca, sin embargo, sostiene que el presidente tiene plena autoridad como comandante en jefe para decidir sobre el uso y prueba de armas nucleares. La reacción de Rusia no se hizo esperar; el embajador ruso Mijaíl Uliánov declaró que es "muy probable" que EE. UU. realice pruebas y advirtió que el Kremlin se vería obligado a tomar medidas similares, rompiendo la moratoria que ha mantenido por décadas.
En resumenLa política nuclear de Donald Trump, que oscila entre la retórica de la desnuclearización y la amenaza de reanudar pruebas atómicas, ha creado un clima de inestabilidad global. Esta postura contradictoria debilita los esfuerzos de no proliferación y aumenta el riesgo de una nueva y peligrosa carrera armamentista entre las principales potencias nucleares.