El caso del pederasta Jeffrey Epstein ha resurgido con fuerza, provocando una fractura política que involucra al presidente Donald Trump, quien ha cambiado su postura para respaldar la publicación de los archivos mientras intenta desviar la atención hacia sus rivales demócratas. Tras meses de oponerse, Trump sorprendió al pedir a los republicanos de la Cámara de Representantes que votaran a favor de divulgar los archivos del caso Epstein, declarando: "no tenemos nada que esconder". Este giro ocurre en medio de una creciente presión bipartidista en el Congreso y un conflicto con la congresista Marjorie Taylor Greene, quien ha insistido en la transparencia del caso, lo que llevó a Trump a retirarle su apoyo y calificarla de "traidora". Simultáneamente, demócratas del Comité de Supervisión publicaron correos electrónicos de Epstein que sugieren que Trump conocía sus actividades. En un mensaje, Epstein afirmó que Trump "sabía sobre las chicas" y que había pasado "horas en mi casa con él" (una de las víctimas). La Casa Blanca desestimó las revelaciones como una "farsa demócrata" y una "distracción".
Como contraataque, Trump anunció que solicitará al Departamento de Justicia y al FBI que investiguen los vínculos de Epstein con figuras como el expresidente Bill Clinton, el exsecretario del Tesoro Larry Summers y el banco JP Morgan Chase.
La fiscal general Pam Bondi confirmó que ha encargado al fiscal Jay Clayton liderar la pesquisa.
Las víctimas, por su parte, han urgido al Congreso a publicar todos los documentos para alcanzar la justicia.
En resumenEl caso Epstein se ha convertido en un campo de batalla político donde Trump, enfrentado a revelaciones comprometedoras y divisiones internas, ha optado por una estrategia doble: apoyar la divulgación de documentos para calmar a su base y, al mismo tiempo, utilizar el aparato de justicia para dirigir el escrutinio hacia sus adversarios políticos.