Esta advertencia representa una escalada en su retórica hacia México, un socio clave en materia de seguridad, y contrasta con declaraciones previas de su propio gabinete que destacaban la cooperación bilateral. Durante una conferencia en la Oficina Oval, Trump expresó su descontento con los esfuerzos de México, declarando: “No estoy contento con México”. El mandatario vinculó su postura a las muertes por drogas en Estados Unidos y a la violencia en México, haciendo referencia a las protestas del fin de semana en la Ciudad de México, las cuales, según él, demuestran que hay “graves problemas allá”. Trump afirmó poseer información detallada sobre las operaciones de los cárteles: “Conocemos cada ruta, conocemos las direcciones de cada narcotraficante”.

Al ser preguntado si buscaría autorización del Congreso para una acción de este tipo, respondió que probablemente lo haría y que estaría “orgulloso” de ello, esperando un apoyo bipartidista.

Estas declaraciones generaron una respuesta inmediata del gobierno mexicano.

La presidenta Claudia Sheinbaum rechazó categóricamente cualquier intervención, recordando que en conversaciones telefónicas previas con Trump, siempre ha dejado claro que México opera en su propio territorio, aunque acepta colaboración en inteligencia. Por su parte, el secretario de Estado, Marco Rubio, había afirmado días antes que Estados Unidos no tomaría “acción unilateral” y que cualquier ayuda dependería de una solicitud de México, calificando la cooperación actual como “excelente”. La ambigüedad de Trump mantiene la tensión en la relación bilateral.