A pesar de la aparente apertura, la administración estadounidense mantiene una estrategia de doble vía que combina la presión militar y diplomática con la posibilidad de una negociación.

Trump declaró que “podría haber discusiones con Maduro, y veremos cómo resulta eso.

Ellos quisieran hablar”.

En respuesta, Maduro afirmó estar listo para un encuentro “face to face, cara a cara, sin ningún problema”, al tiempo que advirtió que una intervención militar en Venezuela significaría “el fin político” de Trump. Esta posible vía diplomática coexiste con acciones hostiles por parte de Washington, como la autorización de operaciones encubiertas de la CIA en Venezuela y el plan para designar al “Cártel de los Soles”, presuntamente liderado por Maduro, como una organización terrorista extranjera. Además, un informe de The New York Times reveló que la Casa Blanca rechazó una oferta secreta de Maduro para dimitir tras un periodo de transición de dos a tres años, por considerarla inaceptable. La presión militar es palpable con la operación “Lanza del Sur”, que incluye el portaaviones USS Gerald R. Ford y ha resultado en ataques a embarcaciones sospechosas de narcotráfico, con un saldo de más de 80 muertos. Mientras Trump mantiene la ambigüedad sobre sus próximos pasos, asegurando que “ya tomó una decisión”, la posibilidad de un diálogo, aunque remota, sigue sobre la mesa.