Antonio Filosa, CEO de Stellantis para Norteamérica, afirmó que esta expansión “impulsará el crecimiento, reforzará nuestra base industrial y generará más empleos en los estados que consideramos nuestro hogar”. Uno de los movimientos más significativos es la reapertura de la planta de Belvidere, Illinois, con 600 millones de dólares, donde se ensamblarán los modelos Jeep Cherokee y Jeep Compass a partir de 2027. La decisión de trasladar el Compass, que originalmente iba a fabricarse en Brampton, Canadá, ha generado una fuerte reacción del sindicato canadiense Unifor, que alertó sobre la posible pérdida de 3,000 empleos y calificó la medida como un sacrificio del sector canadiense “en el altar de Trump”. El primer ministro de Canadá, Mark Carney, declaró que la decisión es una “consecuencia directa” de los aranceles impuestos por Estados Unidos. El plan de Stellantis también contempla 400 millones de dólares para el complejo de Toledo, Ohio, para una nueva camioneta mediana, y otras inversiones para un SUV grande en Warren, Michigan, y la próxima generación del Dodge Durango en Detroit. Este movimiento estratégico refleja cómo las políticas comerciales de Estados Unidos, incluidas las medidas arancelarias, están influyendo en las decisiones de inversión de los grandes fabricantes automotrices a nivel global.