Originalmente, este modelo iba a fabricarse en Brampton, Canadá.

La decisión ha generado una fuerte reacción del sindicato canadiense Unifor, cuya presidenta, Lana Payne, calificó la acción como un sacrificio del sector canadiense “en el altar de Trump” y alertó sobre la posible pérdida de 3,000 empleos. El primer ministro canadiense, Mark Carney, declaró que la decisión es una “consecuencia directa” de los aranceles estadounidenses. Este movimiento de Stellantis refleja cómo las políticas comerciales de Estados Unidos están influyendo directamente en las decisiones de inversión de los grandes fabricantes, generando tensiones laborales y comerciales en la región del T-MEC.