Según la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), la oferta solo alcanzó una aceptación del 25.33% del capital, una cifra muy por debajo del umbral mínimo del 30% que BBVA había establecido como condición para proceder. Este resultado fue interpretado como una victoria para la cúpula directiva de Sabadell, encabezada por su presidente Josep Oliu, quien celebró la continuidad del proyecto en solitario. Por su parte, el presidente de BBVA, Carlos Torres, descartó categóricamente su dimisión tras el resultado, calificando la operación fallida como una “oportunidad perdida” y defendiendo que la oferta era “objetivamente atractiva”. En sus declaraciones, Torres admitió que el resultado fue una sorpresa, pero insistió en que “intentar las cosas tiene sentido”.

El fracaso se atribuyó a varios factores, incluyendo la resistencia del propio Sabadell, la expectativa de una segunda OPA en efectivo y la baja participación de fondos pasivos. La reacción del mercado fue mixta: las acciones de BBVA subieron más de un 5.5%, alcanzando su máximo desde 2007, mientras que las de Sabadell cayeron un 8%, reflejando la percepción de los inversionistas sobre el futuro de ambas entidades por separado. El gobierno español, que se había opuesto a la fusión por sus posibles efectos en la competencia y el empleo, expresó su respeto por la decisión del mercado, mientras que líderes políticos celebraron el desenlace como una buena noticia para la competencia bancaria.