Acto seguido, descendió del automóvil y comenzó a disparar indiscriminadamente contra los cientos de feligreses que se encontraban dentro.
Tras el ataque armado, se desató un incendio en el edificio, cuyas causas aún no han sido esclarecidas, aunque se cree que el propio tirador lo inició. Las llamas y el humo fueron visibles durante horas mientras los equipos de bomberos trabajaban para sofocar el fuego. El jefe de policía de Grand Blanc, William Renye, declaró a los medios: "Creemos que encontraremos algunas víctimas adicionales una vez que localicemos el área donde estuvo el fuego". Las autoridades, incluyendo al FBI que se unió a la investigación, aún no han determinado el motivo del ataque.
La gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, calificó el suceso como inaceptable, afirmando que "la violencia en cualquier lugar, especialmente en un sitio de culto, es inaceptable". Por su parte, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, condenó el hecho en su plataforma Truth Social, describiéndolo como "un nuevo ataque dirigido contra los cristianos" y aseguró que, aunque "el sospechoso está muerto, pero aún hay mucho por saber".










