Trump planteó una pregunta retórica dirigida a Moscú: “¿Quieren tener misiles Tomahawk dirigiéndose hacia ellos?

No lo creo”.

Aunque reconoció que la medida supondría una escalada del conflicto, el mandatario estadounidense dejó claro que considera esencial consultar primero con Rusia antes de tomar una decisión definitiva.

La reacción desde el Kremlin no se hizo esperar. El portavoz Dmitri Peskov sostuvo que ningún armamento occidental podrá cambiar el curso de la guerra, mientras que la portavoz de la cancillería, María Zajárova, advirtió que la entrega de estos misiles generaría un “daño irreversible” en las relaciones bilaterales. Por su parte, Putin ha señalado que un envío de Tomahawks implicaría una participación directa de militares estadounidenses. La amenaza de Trump surge en un contexto donde Rusia ha intensificado sus ataques a la red eléctrica de Ucrania, buscando paralizar la infraestructura energética de cara al invierno.