El jueves, un funcionario estadounidense confirmó a Reuters un nuevo ataque en el que, por primera vez, hubo sobrevivientes.
En respuesta, Venezuela ha reforzado su presencia militar en estados fronterizos con Colombia, como Táchira y Amazonas, realizando ejercicios y patrullajes.
El gobierno de Nicolás Maduro considera el despliegue estadounidense como una “amenaza” para un “cambio de régimen”.
La Casa Blanca, por su parte, reiteró que considera a Maduro un “mandatario ilegítimo” y que su régimen “ha traficado drogas demasiado, no vamos a tolerarlo más”.
En medio de esta escalada, se anunció sorpresivamente la dimisión del almirante Alvin Holsey, jefe del Comando Sur de las Fuerzas Armadas de EE.
UU., quien supervisa las operaciones en América Latina.
Holsey dejará su cargo el 12 de diciembre, dos años antes de lo previsto, sin que se diera a conocer el motivo de su partida. Este movimiento se produce mientras Washington mantiene un robusto operativo en la región que incluye destructores, aviones de combate F-35 y alrededor de 6,500 soldados.












