Entre los puntos más polémicos se encuentran la cesión de territorios como Crimea, Donetsk y Lugansk, que serían reconocidos de facto como rusos; la división de Jersón y Zaporiyia según la línea de frente actual; la limitación de su ejército a 600,000 efectivos; y la renuncia a su aspiración de unirse a la OTAN, lo cual debería inscribirse en su Constitución. A cambio, Ucrania recibiría garantías de seguridad por parte de Washington y sus aliados, y se levantaría el aislamiento a Rusia, reintegrándola al G8.
El presidente ruso, Vladímir Putin, ha respaldado el plan como una posible “base para una solución pacífica definitiva”.
Sin embargo, la propuesta ha sido recibida con firme rechazo por parte de Zelenski, quien aseguró que no “traicionará a su país” y que aceptar el plan significaría perder la dignidad de Ucrania. El mandatario ucraniano anunció que sostendrá conversaciones con Estados Unidos en Suiza para discutir la propuesta y buscar “alternativas”.
Líderes europeos de Alemania, Francia y Reino Unido también han expresado su preocupación, advirtiendo que no puede haber decisiones sobre Ucrania sin su participación. Trump, por su parte, ha matizado que su plan “no es la última oferta”, dejando la puerta abierta a modificaciones.













