¿Puede la IA ser el próximo motor de crecimiento de Asia?
Por Lee Jong-WhaCatedrático de Economía de la Universidad de Corea SEÚL.– Dos décadas después de que la globalización impulsara un auge económico mundial, el crecimiento ha pasado a una senda más moderada, en la que es probable que permanezca en un futuro previsible. Más allá del impacto inmediato de la fragmentación de los lazos comerciales y de inversión, resultado de las crecientes tensiones geopolíticas, en particular entre EU y China, existen vientos en contra estructurales, como el envejecimiento de la población, el estancamiento de la productividad y los crecientes costes de la desigualdad y los desastres naturales. Estos retos afectan de lleno al modelo de crecimiento de Asia. La fragmentación no sólo está haciendo que el motor del crecimiento asiático orientado a la exportación se tambalee, sino que el rápido envejecimiento de la población está reduciendo la oferta de mano de obra y agravando las presiones fiscales en toda la región. La proporción de personas mayores de 65 años en Asia casi se duplicará a mediados de siglo, pasando del 9.8% en 2023 a 18.6% en 2050. Japón y Corea del Sur son ya sociedades “superenvejecidas”, con más de 20% de la población de 65 años o más, y la población de China ha empezado a disminuir. India y algunas economías del sudeste asiático aún disfrutan de un dividendo demográfico, pero esa ventana se está cerrando rápidamente. Pero la demografía no tiene por qué ser el destino. Utilizando las nuevas tecnologías digitales –y, en particular, la IA– Asia puede vigorizar el crecimiento de la productividad, aliviar la escasez de mano de obra y prolongar la vida laboral de las personas. Al fin y al cabo, al igual que la electricidad e internet, la IA es una tecnología de uso general con potencial para transformar la producción, los servicios y la innovación. Pero, aunque los primeros datos indican que la IA puede mejorar la productividad de los trabajadores, permitir la automatización de una gama cada vez mayor de tareas y estimular la creación de nuevos productos y servicios, el impacto macroeconómico más amplio de la tecnología sigue siendo incierto. Algunos análisis sugieren que la IA podría aumentar el crecimiento de la productividad mundial entre 0.8 y 1.3 puntos porcentuales anuales durante la próxima década, mientras que otros ofrecen estimaciones más conservadoras. Además, es probable que, al principio, los beneficios de la IA se concentren en unas pocas empresas y sectores punteros. Las ganancias de productividad más amplias suelen tardar en aparecer, y la productividad podría incluso disminuir a corto plazo, ya que las empresas soportan los altos costes de adopción, formación e integración. Como en anteriores revoluciones tecnológicas, el impacto de la IA dependerá de la capacidad de los países para absorberla y aplicarla eficazmente. Por ahora, esta capacidad varía mucho en Asia. Según el Índice de Preparación para la IA del FMI, las economías avanzadas, como Australia, Japón y Singapur, se sitúan por encima de sus homólogas en otros lugares, basándose en indicadores como la infraestructura digital, la integración económica, la regulación y las políticas del mercado laboral. Las grandes economías emergentes de la región, como China, India e Indonesia, también obtienen mejores resultados que sus homólogas. Pero las economías de renta baja, como Bangladesh y Camboya, van a la zaga. Dada la velocidad y la escala de la transición que se avecina todas las economías asiáticas deberían trabajar para reforzar su capacidad de aprovechar la IA. Para entender lo que hay que hacer, hay que volver a las investigaciones de Philippe Aghion, Peter Howitt y Joel Mokyr, galardonadas con el Premio Nobel. Aghion y Howitt formalizaron la idea de destrucción creativa de Joseph Schumpeter, mientras que Mokyr, basándose en la historia, descubrió que el progreso duradero también requiere apertura a nuevas ideas y un compromiso con la investigación científica. Juntos, demuestran que la prosperidad sostenida depende de un progreso tecnológico continuo, respaldado por una cultura y un marco institucional propicios. Para los países asiáticos, la lección es doble. En primer lugar, deben fomentar las habilidades que la gente necesita para hacer uso de la IA. La inversión en alfabetización digital y educación STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) puede ayudar a preparar a las personas para la transformación que se avecina, mientras que los programas de aprendizaje permanente y reciclaje pueden facilitar el ajuste para los que ya forman parte de la población activa. Dado que la IA permite la automatización de una gama cada vez mayor de tareas rutinarias y complejas, es esencial contar con competencias técnicas, digitales y sociales complementarias. Estos programas deben ser ampliamente accesibles y complementarse con sistemas de protección social reforzados y reformas estructurales que reduzcan el dualismo del mercado laboral, garantizando así la disponibilidad de empleos buenos y seguros. De lo contrario, la polarización del empleo y las disparidades de ingresos podrían aumentar y el crecimiento se volvería más desequilibrado y menos resistente. Además de fomentar las habilidades que la gente necesita para hacer uso de la IA, los gobiernos asiáticos deben posibilitar que apliquen esas habilidades de forma creativa. Esto significa invertir en investigación y desarrollo, construir infraestructuras digitales fiables y ampliamente accesibles y sistemas de datos seguros, y diseñar marcos normativos que garanticen un uso ético de la IA. La competencia abierta, la colaboración transfronteriza en la investigación y un mayor acceso a la financiación para las nuevas empresas pueden garantizar que la innovación no se limite a unas pocas empresas o países. Esta inclusión es vital. Es mucho lo que está en juego. Si la adopción de la IA se limita a unas pocas economías o sectores fronterizos, las brechas tecnológicas aumentarán, con consecuencias económicas, sociales y políticas de gran alcance. Pero si Asia aprovecha eficazmente la creatividad humana y las herramientas de la IA, podrá construir economías resistentes, innovadoras e integradoras, capaces de superar los retos actuales y desbloquear nuevas fuentes de crecimiento. Project Syndicate, 2025. Columnista: Opinión del experto nacionalImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0