El equipo técnico se apresuró a cubrir la escena con una cortina negra, una maniobra que generó risas e incomodidad entre los asistentes.

Vladimir Vitukhin, director ejecutivo de la empresa desarrolladora Idol Robotics, restó importancia al suceso, asegurando que representa un “aprendizaje en tiempo real” y que el robot “aún se encuentra en fase de pruebas y calibración”. Explicó que “cuando un buen error se convierte en conocimiento y un mal error se transforma en experiencia”, la caída servirá para fortalecer los sistemas de equilibrio del androide. A pesar del tropiezo, se presentaron detalles técnicos del robot: está construido con un 77 % de componentes rusos (con el objetivo de llegar al 93 %), cuenta con 19 servomotores para ejecutar emociones, una piel de silicona flexible y una batería que le otorga hasta seis horas de autonomía. El lanzamiento de AIdol se enmarca en el plan tecnológico nacional ruso para consolidar una industria de IA y robótica autónoma, reduciendo la dependencia de componentes extranjeros. Sin embargo, el accidentado debut provocó un debate sobre la “brecha tecnológica” de Rusia frente a proyectos como Optimus de Tesla o Atlas de Boston Dynamics, además de ser objeto de burlas y memes en redes sociales europeas y ucranianas.