A pesar del hito tecnológico, las proyecciones financieras a largo plazo de la compañía decepcionaron a los analistas, provocando un desplome de más del 15% en las bolsas de Nueva York y Milán. Durante un evento en su sede de Maranello, Ferrari reveló el chasis y la tecnología de su esperado debut eléctrico, un modelo de cuatro puertas que promete una velocidad máxima de 310 km/h y una autonomía de 530 km, con un precio estimado superior a los 500,000 euros. Sin embargo, el anuncio fue opacado por la actualización de sus objetivos financieros. La compañía proyectó ingresos de 9 mil millones de euros para 2030, una cifra que, según analistas de RBC Capital y Citi, se ubicó muy por debajo de las expectativas del mercado. El CEO, Benedetto Vigna, defendió la cautela de la empresa: “No podemos comprometernos con algo que no podemos lograr”.

Además, Ferrari redujo sus metas de electrificación, aspirando a que solo el 20% de su gama sea totalmente eléctrica para 2030, en lugar del 40% proyectado anteriormente.

Vigna aclaró que el vehículo eléctrico es “una adición, no una transición”.

La reacción del mercado fue inmediata y severa: las acciones cayeron casi un 15% en Nueva York y más del 14% en Milán, marcando el peor día para el fabricante de automóviles de lujo en ambos mercados desde su salida a bolsa. La firma de investigación CFRA rebajó la calificación de las acciones de Ferrari a “venta”, citando preocupaciones sobre una desaceleración del crecimiento.