Este retroceso fue impulsado principalmente por un desplome en el sector industrial, lo que ha encendido las alarmas sobre un posible estancamiento económico. El principal lastre fue la caída de 2.9% anual en las actividades secundarias, que incluyen manufactura, construcción y minería.

Diversos análisis atribuyen esta debilidad a una combinación de factores externos e internos.

La presidenta Claudia Sheinbaum y la Secretaría de Hacienda señalaron que la contracción fue “principalmente generado, pues, por la incertidumbre relacionada con la situación de los aranceles, particularmente para la industria automotriz” impuesta por Estados Unidos.

Hacienda también mencionó “disrupciones de oferta asociadas a lluvias y bloqueos”.

Por su parte, el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (Ceesp) advirtió sobre un “debilitamiento económico” más profundo, citando un entorno de negocios poco favorable, un estado de derecho débil, inseguridad y menor inversión. Este organismo también destacó señales de precarización en el mercado laboral, con un aumento del empleo informal y una disminución de trabajadores con acceso a instituciones de salud. A pesar de la contracción, el gobierno federal mantiene una perspectiva optimista, asegurando que la caída fue temporal y que se espera una recuperación en el último trimestre del año y un mejor desempeño en 2026, impulsado por la inversión pública y privada.

Sin embargo, el consenso de analistas privados es más cauteloso, proyectando un crecimiento anual para 2025 de apenas 0.5%.