Estas medidas reflejan los desafíos que la automotriz japonesa atraviesa en un entorno global adverso.
Para fortalecer su liquidez, Nissan concretó la venta de su icónico edificio corporativo en Yokohama por 584 millones de dólares. Esta acción se enmarca en un plan de desinversión más amplio, necesario tras reportar pérdidas de 4,500 millones de dólares en el último año fiscal. La crisis financiera ha obligado a la compañía a tomar medidas drásticas, como el cierre de siete plantas de producción a nivel mundial y la eliminación de cerca de 20,000 empleos.
Adicionalmente, la empresa se ve afectada por los aranceles comerciales impuestos por Estados Unidos.
En el plano operativo, Nissan anunció que recortará la producción en dos de sus plantas en Japón, Yokosuka y Kanda, durante la semana del 10 de noviembre. La causa es la escasez de semiconductores de Nexperia, una filial de la china Wingtech, sometida a controles de exportación por parte de Pekín después de que el gobierno de Países Bajos interviniera en la compañía por motivos de seguridad nacional. Este conflicto en la cadena de suministro no es exclusivo de Nissan; la japonesa Honda también tuvo que detener su producción en una planta en México y ajustar operaciones en Estados Unidos y Canadá por la misma razón.








