Los resultados, impulsados por la inteligencia artificial, calmaron temporalmente los temores sobre una "burbuja" en el sector y generaron un optimismo inicial que se desvaneció rápidamente por factores macroeconómicos. El gigante de los chips anunció un beneficio neto de 31,910 millones de dólares, un incremento anual del 65.2%, mientras que sus ingresos ascendieron a 57,006 millones de dólares, un 62.5% más que el año anterior. El segmento de centros de datos fue el principal catalizador, con ingresos de 51,200 millones de dólares. El fundador y director ejecutivo, Jensen Huang, declaró: “Las ventas de Blackwell se han disparado y las GPU para la nube están agotadas... Hemos entrado en el círculo virtuoso de la IA”. Estos sólidos resultados provocaron un impulso inicial en los mercados globales; las acciones de Nvidia subieron más de un 3% tras el cierre y los índices en Asia replicaron el optimismo. Sin embargo, la euforia se disipó cuando un informe de empleo en Estados Unidos reveló una creación de 119,000 puestos en septiembre, cifra superior a la esperada, lo que redujo las probabilidades de un recorte de tasas de interés por parte de la Reserva Federal en diciembre. Este cambio de perspectiva provocó una reversión abrupta en Wall Street, donde el Nasdaq cayó un 2.15% y el S&P 500 retrocedió un 1.56%. Las propias acciones de Nvidia, tras un repunte inicial, terminaron con una caída del 3%.

Este episodio demostró la sensibilidad de los mercados a la política monetaria, donde el nerviosismo sobre la sostenibilidad del comercio ligado a la IA y la posible sobrevaloración de las tecnológicas resurgió, opacando los extraordinarios resultados corporativos.