El incidente, ocurrido el 8 de septiembre, causó alarma entre el personal y los pacientes, dado el contexto de recientes ataques violentos a centros médicos en la ciudad. Previamente, el 29 de agosto, el Hospital Civil fue atacado a balazos, y el 30 de agosto, un paciente fue ejecutado dentro de una clínica privada y otro en el propio Hospital General por un sicario disfrazado de enfermero. Ante la nueva alerta, la Secretaría de Seguridad Pública de Sinaloa (SSPE) informó que se había detectado a una "persona sospechosa" y que se estaban valorando los riesgos potenciales. Sin embargo, minutos después, la Secretaría de Salud estatal y la Coordinación de Comunicación Social aclararon que, tras una revisión exhaustiva, se descartó que civiles armados hubieran ingresado al hospital.

Precisaron que el acceso fue restringido temporalmente como una medida puramente preventiva.

El suceso demostró la aplicación de los protocolos de seguridad reforzados, que incluyen filtros de acceso, arcos detectores de metales y presencia militar permanente, implementados para proteger al personal médico y a los pacientes en el tenso ambiente de seguridad de la capital.