La ofensiva ha tenido un devastador impacto humanitario.

Testigos reportaron “un bombardeo intenso e implacable”, con edificios residenciales destruidos y numerosas víctimas.

Ahmed Ghazal, un residente, relató: “Hay muchas personas atrapadas bajo los escombros y podemos oír sus gritos”.

La Defensa Civil gazatí cifró en 36 los muertos en un solo día, advirtiendo que el número seguía aumentando. La operación ha provocado un desplazamiento masivo; mientras el ejército israelí estima que 350,000 personas han huido, la ONU reportó más de 220,000 desplazados en el último mes. Hamás ha calificado la ofensiva como “limpieza étnica”, y el jefe de derechos humanos de la ONU, Volker Türk, exigió el fin de la “carnicería”. Internamente, la operación enfrenta la oposición de las familias de los rehenes, quienes protestan frente a la residencia de Benjamín Netanyahu, suplicándole que detenga la ofensiva por temor a que sus familiares sean usados como escudos humanos.