También falleció un agente de seguridad qatarí.

El primer ministro de Qatar, Mohammed bin Abdulrahman al Thani, calificó la acción de “terrorismo de Estado” y una “agresión flagrante” contra su soberanía, afirmando que el ataque “mató toda esperanza para los rehenes”. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, justificó la operación como respuesta a un atentado en Jerusalén y asumió la “responsabilidad total”.

La reacción de Estados Unidos fue matizada; la Casa Blanca informó que Israel le notificó con antelación, pero el presidente Donald Trump expresó su descontento, calificándolo de “incidente desafortunado” y afirmando que “no estoy muy contento”. El ataque provocó una condena generalizada en el mundo árabe e islámico y fue el catalizador para una cumbre de emergencia en Doha, donde se pidió la exclusión de Israel de la ONU. La acción ha sido vista como un intento deliberado de sabotear los esfuerzos de mediación liderados por Qatar, Egipto y Estados Unidos.