Sin embargo, huir se ha convertido en una opción inalcanzable para muchos debido a barreras económicas y logísticas. El costo del transporte se ha disparado a cifras de hasta 2,000 dólares, una suma prohibitiva para una población con una economía devastada.

Muchos se ven obligados a quedarse, enfrentando bombardeos constantes, o a emprender peligrosos viajes a pie.

La situación se agrava por una severa escasez de alimentos y agua, lo que ha llevado a la ONU a declarar una hambruna en el norte de Gaza.

Las autoridades sanitarias locales han reportado más de 425 muertes por hambre y desnutrición, incluyendo 145 niños.

El sistema de salud está al borde del colapso, con hospitales atacados y una falta crítica de suministros médicos y sangre.

Organizaciones como Médicos Sin Fronteras describen la situación en los campamentos de desplazados como “desgarradora”, donde la gente lucha por sobrevivir sin acceso a refugio, agua o saneamiento adecuados.