En respuesta, reafirmó su postura inflexible: “No habrá un Estado palestino al oeste del Jordán”.

Además, amenazó con anunciar una respuesta oficial tras su viaje a Estados Unidos, mientras ministros de ultraderecha de su gabinete, como Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich, exigieron la anexión inmediata de Cisjordania. La reacción de Estados Unidos fue de desaprobación, calificando los reconocimientos de “gestos teatrales” y reiterando que su enfoque permanece en la diplomacia para la liberación de rehenes. La cumbre en la ONU, convocada por Francia y Arabia Saudita para impulsar la solución de dos Estados, fue boicoteada por Israel y EE.

UU.

El primer ministro británico, Keir Starmer, justificó la decisión de su país afirmando que se une “a más de 150 países que también reconocen un Estado palestino” para “revivir la esperanza de paz”. En Cisjordania, los palestinos celebraron la noticia, aunque algunos expresaron escepticismo, demandando “acciones, no palabras” para detener la violencia y el genocidio. Este cambio en el panorama diplomático evidencia una creciente fractura entre Israel y algunos de sus aliados históricos, aumentando su aislamiento en la escena mundial.