La versión oficial israelí sostenía que un dron había identificado una cámara cubierta con una toalla, lo cual fue considerado "sospechoso".

Sin embargo, la investigación de Reuters reveló que la cámara pertenecía a su reportero Hussam al-Masri, uno de los periodistas asesinados. Al-Masri había utilizado ese mismo lugar para transmitir en vivo al menos 35 veces desde mayo, y solía cubrir su equipo con su alfombra de oración para protegerlo del sol y el polvo, una práctica de la que Israel nunca se quejó. Además, el análisis de imágenes demostró que otra "toalla" identificada por las FDI era en realidad el pañuelo blanco que llevaba en la cabeza la periodista Mariam Dagga, quien también falleció en el ataque. El primer ministro Netanyahu calificó el incidente como un "trágico accidente", pero el ejército no ha explicado por qué se realizó un segundo bombardeo ni quién autorizó la operación, que según un oficial no contó con la aprobación del alto mando regional.