La exigencia de un desarme total del grupo como condición para avanzar ha generado posturas diametralmente opuestas entre su ala política, más dispuesta a negociar, y su rama militar, que rechaza categóricamente entregar las armas. Según un informe de The Wall Street Journal, el desacuerdo interno se ha convertido en el principal obstáculo para que la organización presente una respuesta unificada. La dirección política de Hamás, con base fuera de Gaza, ha mostrado una mayor disposición a considerar el plan estadounidense. Su objetivo es aliviar la presión internacional y mejorar las condiciones de vida en el enclave, por lo que voceros políticos han indicado que están abiertos a discutir mecanismos de transición política, siempre que se respete la supervivencia del movimiento.

Este enfoque pragmático busca ganar legitimidad internacional sin ceder completamente su influencia.

En contraste, la rama militar de Hamás, representada por las Brigadas Al-Qassam, rechaza cualquier posibilidad de desarme. Sus líderes sostienen que renunciar a las armas significaría perder su capacidad de resistencia frente a Israel y dejaría vulnerable a la población de Gaza, considerando que su arsenal es un elemento de presión clave en cualquier negociación. Esta división interna complica la viabilidad de cualquier acuerdo, ya que el plan de Trump establece el desarme como un requisito indispensable para la reconstrucción y la ayuda internacional.