El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha sido enfático en su postura, prometiendo que su gobierno no descansará hasta repatriar “hasta el último cuerpo”.

Esta exigencia se ha convertido en una condición para la reapertura del cruce de Rafah y la entrada de ayuda humanitaria. Hamás, por su parte, ha argumentado que la recuperación de los cuerpos se ve obstaculizada por la magnitud de la destrucción en Gaza, la presencia de explosivos sin detonar y la falta de maquinaria pesada. El grupo islamista afirmó que “algunos restos de los rehenes estaban en túneles o edificios que luego fueron destruidos por Israel”. La situación se complicó aún más cuando las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) confirmaron que uno de los cuerpos entregados por Hamás no correspondía a ninguno de los rehenes, lo que aumentó la desconfianza y la tensión en las negociaciones.