A pesar del optimismo expresado por los funcionarios estadounidenses sobre la viabilidad del acuerdo, la relación con el gobierno israelí muestra matices.

El primer ministro Benjamín Netanyahu, aunque agradeció la colaboración, afirmó que Israel “no es un protectorado de Estados Unidos” y que “es el único que decidirá sobre su seguridad”. Esta declaración sugiere que, si bien la alianza es fuerte, Israel mantendrá su autonomía en decisiones críticas, una postura que podría generar fricciones a medida que avancen las negociaciones.

La diplomacia estadounidense también busca ampliar los Acuerdos de Abraham, normalizando relaciones entre Israel y más naciones árabes, un objetivo que Vance considera parte clave del plan de paz para Gaza.