Estados Unidos, bajo la administración del presidente Donald Trump, ha sido un mediador clave. Durante una escala en Catar, Trump destacó el papel de este país como un “factor clave” para la paz, evidenciando la estrategia de Washington de involucrar a las potencias árabes regionales.

Paralelamente, se está gestando otra iniciativa liderada por ocho países de mayoría musulmana: Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Catar, Egipto, Jordania, Indonesia, Pakistán y Turquía.

Sus ministros de Exteriores se reunirán en Estambul para definir una “hoja de ruta” hacia una nueva fase del proceso de paz. El canciller turco, Hakan Fidan, describió el plan estadounidense como una “luz de esperanza”. Turquía ha mostrado una postura proactiva, ofreciéndose como país garante del acuerdo e incluso proponiendo el envío de tropas de estabilización a Gaza.

No obstante, esta oferta fue rechazada por Israel debido a la cercanía de Ankara con Hamás, lo que ilustra las profundas desconfianzas que obstaculizan el proceso. La fragilidad del alto el fuego quedó de manifiesto con un ataque aéreo israelí contra un presunto militante de la Yihad Islámica, demostrando que cualquier incidente puede reavivar las hostilidades.