Recientes ataques aéreos y con drones israelíes han dejado un saldo de al menos cuatro combatientes de Hezbollah y un empleado municipal libanés muertos.

El primer ministro Benjamin Netanyahu y el ministro de Defensa, Israel Katz, han advertido que Hezbollah “juega con fuego” y que Israel no dudará en intensificar sus acciones.

La situación se complicó aún más cuando los cascos azules de la UNIFIL derribaron un dron israelí cerca de la ciudad fronteriza de Kfar Kila.

Las versiones sobre el suceso son contradictorias.

Israel sostiene que el dron realizaba “actividades rutinarias de reconocimiento” y no representaba una amenaza, mientras que la UNIFIL afirmó que el aparato sobrevoló una patrulla “de manera agresiva”, lo que obligó a aplicar “contramedidas defensivas”. La misión de la ONU también denunció que, posteriormente, otro dron israelí lanzó una granada y un tanque disparó cerca de sus posiciones. Este incidente refleja la precaria posición de las fuerzas de paz, atrapadas entre las hostilidades de ambos bandos.

El gobierno de Líbano, por su parte, enfrenta una enorme presión internacional para desarmar a Hezbollah, una tarea compleja dada la profunda influencia política y social del grupo chií en el país.