Sin embargo, la historia comenzó a desinflarse cuando el gobierno mexicano respondió.

En un comunicado conjunto, las Secretarías de Relaciones Exteriores y de Seguridad y Protección Ciudadana declararon que “no cuentan con reporte alguno” sobre el supuesto atentado.

Por su parte, Irán rechazó tajantemente las acusaciones. El portavoz del Ministerio de Exteriores, Esmaeil Baqaei, calificó las afirmaciones como “ridículas” y “absurdas”, enmarcándolas en una estrategia para “destruir las relaciones amistosas de Irán con otros países”.

La embajada iraní en México también calificó la versión como “un invento mediático y una gran mentira”. La propia embajadora israelí admitió que, aunque las autoridades mexicanas “actuaron para neutralizar la amenaza”, ella nunca se sintió en peligro en tiempo real.

La falta de pruebas, detenciones o confirmación oficial por parte de México ha llevado a especulaciones sobre un episodio de guerra informativa en medio de las tensiones entre Israel e Irán.