Su muerte pone de relieve el grave riesgo que enfrentan los líderes agrícolas que se oponen a las redes criminales. El cuerpo de Bravo Manríquez fue encontrado con impactos de bala en la cabeza, un acto que ha sido interpretado como una represalia directa por su valiente lucha contra las cuotas ilegales impuestas a los productores de limón en la región de Tierra Caliente. A pesar de contar con escoltas y un vehículo blindado, el día del crimen no los utilizó. Su asesinato se suma a una serie de ataques contra el sector agrícola, como el ocurrido días después en Veracruz contra el empresario naranjero Javier Vargas Arias.

Las autoridades han logrado avances significativos en la investigación, con la detención de dos personas presuntamente implicadas.

Uno de los arrestados es Rigoberto López Mendoza, señalado como jefe de una célula de extorsionadores. Además, las fuerzas de seguridad capturaron a Ángel "N", identificado como el encargado de fabricar y operar drones con explosivos para el grupo criminal "Blancos de Troya", liderado por César Arellano Sepúlveda, alias "El Botox", al cual se le atribuye la autoría intelectual del homicidio. Estos arrestos representan un golpe a la estructura criminal responsable de la violencia en la zona y confirman que el asesinato de Bravo Manríquez fue una consecuencia directa de su activismo en defensa de los agricultores.