Las autoridades han identificado a César Sepúlveda Arellano, alias “El Botox”, líder de esta agrupación y aliado del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), como el posible autor intelectual del crimen. La muerte de Bravo no es un hecho aislado, sino que forma parte de una estrategia de control territorial por parte de grupos delictivos que buscan someter a los sectores productivos clave de Michoacán, como el limón y el aguacate. Su homicidio, seguido por el del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, el 1 de noviembre, fue la gota que derramó el vaso para muchos ciudadanos. Durante las manifestaciones en Apatzingán, los participantes portaban pancartas exigiendo justicia tanto para Manzo como para Bravo, evidenciando que ambos crímenes son percibidos por la población como ataques directos a quienes se oponen al dominio del crimen organizado. El Diálogo Nacional por la Paz, una iniciativa de la cúpula católica, exigió que la Fiscalía General de la República atraiga la investigación de ambos asesinatos para identificar a los responsables materiales e intelectuales.