La iniciativa de reforma a la Ley de Amparo, enviada por la presidenta Claudia Sheinbaum, ha provocado un intenso debate sobre el equilibrio de poder en México. El gobierno la presenta como una modernización necesaria para agilizar la justicia y frenar abusos, mientras que la oposición y juristas la consideran un peligroso retroceso en la protección de los derechos ciudadanos frente al Estado. Desde el oficialismo, figuras como Arturo Zaldívar y Ernestina Godoy defienden que la reforma busca evitar que el amparo sea un “refugio para quienes buscan evitar la justicia”, especialmente en materia fiscal, donde litigios se extienden por años. Argumentan que no se limitan derechos, sino que se actualiza la ley con criterios de la Suprema Corte y se incorporan herramientas digitales para un “juicio de amparo verdaderamente digital”.
Sin embargo, la oposición y analistas alertan sobre puntos críticos.
El exministro Javier Laynez Potisek advirtió que la reforma pone “en el centro a las autoridades y no a los ciudadanos”. Las principales preocupaciones se centran en la redefinición del “interés legítimo”, que podría dificultar que colectivos defiendan derechos difusos como el medio ambiente; la limitación a la “suspensión del acto reclamado”, que impediría frenar actos de autoridad de forma inmediata; y la posibilidad de que el gobierno argumente “imposibilidad material o jurídica” para incumplir sentencias. La controversia ha generado incluso divisiones en Morena. Mientras Adán Augusto López, líder del Senado, impulsa una aprobación rápida sin parlamento abierto, el senador de su mismo partido y presidente de la Comisión de Justicia, Javier Corral, ha insistido en la necesidad de realizar consultas con expertos. La organización Amnistía Internacional también expresó su preocupación, señalando que la reforma significaría un retroceso en materia de derechos humanos.
En resumenLa propuesta de reforma a la Ley de Amparo representa un punto de inflexión en la relación entre el Estado y los ciudadanos. Mientras el gobierno la defiende como una herramienta para evitar abusos y agilizar la justicia, críticos advierten que podría significar un debilitamiento de los contrapesos y una peligrosa concentración de poder en el Ejecutivo.