Una serie de acciones por parte de autoridades estadounidenses, incluyendo la retención y revocación de visas a legisladores de Morena y sus aliados, ha evidenciado una nueva forma de presión política sobre la Cuarta Transformación. Estos incidentes en la frontera han generado una crisis de imagen para los políticos involucrados y han puesto de relieve las tensiones en la relación bilateral en materia de seguridad y corrupción. El caso más reciente y notorio es el del diputado federal del Partido Verde, Mario López Hernández, alias “La Borrega”, quien fue retenido por más de 13 horas por agentes de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) al intentar cruzar a Brownsville, Texas.
Tras un extenso interrogatorio, fue devuelto a México con su visa cancelada y sus equipos de telefonía confiscados.
Aunque su oficina inicialmente negó una “detención”, reportes posteriores confirmaron la retención y la revocación del documento.
Versiones extraoficiales señalan que el interrogatorio se centró en presuntos vínculos con actividades de “huachicol”.
Este hecho no es aislado.
Se suma a la sanción impuesta por el Departamento del Tesoro de EE. UU. a la diputada de Morena, Hilda Araceli Brown Figueredo, por supuestos nexos con el Cártel de Sinaloa. Estas acciones directas contra individuos de la coalición gobernante marcan un cambio en la estrategia estadounidense, que parece moverse más allá de los canales diplomáticos tradicionales para ejercer una presión más personalizada y visible sobre el poder político en México.
En resumenLa retención y revocación de visas a políticos mexicanos por parte de Estados Unidos representa una escalada en las tácticas de presión bilateral. Estas acciones, dirigidas a figuras de la coalición gobernante, generan incertidumbre política y exponen la vulnerabilidad de funcionarios frente a las agencias estadounidenses, marcando un nuevo y tenso capítulo en la relación entre ambos países.