Estos incidentes, ocurridos en Uruapan y Lázaro Cárdenas, ponen en duda la cohesión y los procesos democráticos del movimiento a nivel local. En Uruapan, una asamblea para la elección de comités seccionales terminó en “golpes” y “chingadazos” entre grupos antagónicos.
El alcalde independiente y exmorenista, Carlos Manzo, acusó a su predecesor, Ignacio Campos, de intentar robar las urnas, afirmando que “una bola de delincuentes están haciendo pedazos el movimiento”.
En Lázaro Cárdenas, la situación fue similar, con reportes de jaloneos y agresiones físicas. Un video muestra cómo Arquímedes Oseguera, exalcalde y actual funcionario, fue golpeado por la espalda en medio de una turba.
Los agresores fueron identificados como simpatizantes del diputado federal Leonel Godoy y del senador Raúl Morón, lo que apunta a una disputa directa entre facciones políticas de alto nivel en la región.
Estos enfrentamientos no son aislados, sino que reflejan una dinámica de poder donde diferentes grupos dentro de Morena compiten ferozmente por el control de las estructuras partidistas, recurriendo incluso a la violencia para imponerse. La falta de una postura clara por parte del partido ante estos hechos agrava la percepción de desorden y debilidad en sus mecanismos de resolución de conflictos internos.












